30 de octubre de 2019
Prensa
El lúpulo, un cultivo complicado que vuelve a cobrar fuerza en Galicia
Solo la cooperativa Lutega cuenta ya con 8 hectáreas de esta planta, más otras dos que hay en Mabegondo
Hubo un tiempo en el que Galicia era una potencia en lúpulo. En que a orillas del río Mandeo se producían hasta 240 toneladas de este producto, explican en Lutega, la primera cooperativa montada para recuperar este cultivo en la comunidad. Corría el año 63 cuando se registraron esas cifras de producción y, apenas 20 años después, ya no quedaban más vestigios del lúpulo en la comunidad que las plantas salvajes que crecían en la comarca de Betanzos. Hoy, en Galicia hay 10 hectáreas plantadas de este cultivo, ocho de ellas, en manos de Lutega. Otras dos se ubican en el Centro de Investigacións Agrarias de Mabegondo, donde comenzaron en el año 2004 a recuperar este cultivo y donde han conseguido la primera plantación en ecológico.
Fue a instancias de la empresa Hijos de Rivera que en el centro de investigación pusieron en marcha su plantación de lúpulo. La firma quería celebrar su centenario, que se cumplía en el 2006, con la elaboración de una cerveza a base de lúpulo gallego. «La calidad del lúpulo se mide en alfa-ácidos y los del lúpulo gallego son muy altos», explica Belén Matilla, hija del ingeniero agrícola que en los años 50 implantó este cultivo en Galicia y, ahora, portavoz de la cooperativa Lutega. En Mabegondo consiguieron sacar adelante aquella primera plantación y con notable éxito, «tiña unha calidade superior ao que se produce en León», explica Juan Valladares, investigador del centro. Desde entonces, en este centro se han desarrollado varios proyectos de investigación sobre este cultivo.
Un gramo de lúpulo es más que suficiente para hacer un litro de cerveza Fue después de que se organizara un curso de transferencia tecnológica que un grupo de emprendedores decidió poner en marcha Lúpulo Tecnología de Galicia (Lutega), una cooperativa que nacía con el objetivo de promocionar este cultivo entre los agricultores. «No funcionamos como otras cooperativas agrícolas porque nosotros hicimos toda la inversión en la cooperativa», explica Matilla. Y es que el lúpulo es un cultivo industrial que requiere de una serie de maquinaria para su procesado inmediato en cuanto se cosecha. Desde entonces, la empresa cuenta ya con ocho hectáreas de este cultivo, aunque no todas están al mismo nivel de producción. Crecer no es tarea sencilla y no porque no haya mercado, sino por los problemas que acarrea trabajar con esta planta.
Secado inmediato
Varias son las dificultades asociadas el cultivo del lúpulo, explica Matilla. «Plantar lúpulo significa poner unas estructuras metálicas en la finca que cuestan entre 40 y 50.000 euros», cuenta. Porque «es una planta trepadora preciosa» que precisa de unas guías que pueden llegar a alcanzar una altura de seis metros. Pero es que, además, en septiembre, cuando se recoge, antes de doce horas hay que deshidratarlo. «Para eso se necesita un secadero que es muy costoso y no tiene sentido que cada agricultor tenga su propio secadero», añade. Es por ello que la cooperativa se ocupó de construir una nave y de adquirir toda la maquinaria necesaria.
Otro problema que tiene es que hay que elegir adecuadamente la variedad que se va a plantar. «Si te equivocas a la hora de plantar la variedad, esta puede tardar quince años en aclimatarse, por eso tienes que elegir una de la que estés absolutamente seguro de los rendimientos que te va a dar», asegura Matilla. Además, el manejo de la planta no puede hacerse de cualquier forma. «Es un tema muy profesional que lleva mucha logística».
Variedades registradas
Otra curiosidad es que muchas de las variedades de lúpulo que existen están registradas, «existen más de quinientas patentes. Nosotros trabajamos solo con las libres», sostiene Matilla. Se dividen en dos tipos: amargas y aromáticas. Y entre las más cultivadas está la Nugget, Perle, Magnum y Columbus. «Se trabaja solo con las planta hembra, porque dentro de las flores está la lupulina, que es el aroma», añade. En cuanto al rendimiento, una planta adulta puede llegar a producir dos mil kilogramos por hectárea. Pero esto también dependerá de la variedad que sea, pues otras producen apenas la mitad.
Las condiciones meteorológicas complicaron la producción de este año en Lutega Lutega cuenta actualmente con ocho hectáreas de producción. «Tenemos todo lo que podemos asumir», asegura. La mayor parte de su cosecha se va a Hijos de Rivera, que absorbe todo lo que produce esta firma «y más que hubiera». También hay pequeñas cerveceras artesanales que se interesan por sus productos. Pero las cantidades que manejan son muy inferiores. «Con un gramo de lúpulo haces un litro de cerveza así que un cervecero artesanal compra alrededor de diez kilos al año. Otra cosa son las necesidades de las grandes cerveceras», argumenta Matilla, quien no duda en alabar las bondades de esta planta. «Es el conservante más potente que hay en la naturaleza y por eso las cervezas no llevan química alguna».
Durante el pasado mes de septiembre recogieron la cosecha en Lutega. La de este año no ha sido excepcional porque el cambio climático afectó seriamente a la producción. «Tuvimos heladas en la brotación, en la floración no hubo sol y tampoco agua cuando la necesitábamos», cuenta Mantilla. Aún así, consiguieron salvar la campaña, «porque fuimos muy rápidos en la recogida», añade. Y es que esa es otra de las dificultades de este cultivo. En cuanto la humedad baja del 80 % hay que recolectar y tiene que pasar por un proceso de secado en las horas siguientes. Después debe ser triturado y pelletizado. Por último, también hay que envasarlo al vacío y evitar que le dé la luz. Una tarea complicada y solo apta para aquellos que están acostumbrados a tratar con este complicado, pero la mismo tiempo rentable, tipo de cultivo.
Fuente: La Voz de Galicia
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